Melchora Herrero había nacido “accidentalmente”
en la masada “Nogueruelas” de Villarluengo donde vivían sus abuelos. Docente, periodista, aficionada a la fotografía y escritora, publicó varias obras literarias, durante las primeras décadas
del siglo XX: "Para las mujeres. Reflexiones y Consejos" (1905), "El Jardín de las mujeres" (1906), "El Arte de las Labores llamadas útiles y artísticas" (1909), "El arte de la cocina" (1914), "Cantares para Jota" (1921), "El triunfo de Amalia" (1924), "Curso abreviado. Higiene Doméstica, Económica, Puericultura y Educación" (1925), "Cocina selecta y clásica" (1927) ,...
Con motivo del 400 aniversario del hallazgo de la Virgen de Montsanto de Villarluengo, en agosto de 1922 se desplazó desde Madrid, hasta su villa natal al haber sido invitada a participar en los actos conmemorativos. Posteriormente dejó escritas sus impresiones de aquella estancia estival en el libro “En mi Patria chica. Recuerdo del IV centenario de la aparición de Nuestra Señora de Monte Santo en Villarluengo”. Pues bien, las primeras páginas (10,11 y 12) las dedicó a describir su llegada a la Venta de la Pintada y su trayecto por la carretera que se acababa de abrir hasta Villarluengo, unas líneas que transcribimos a continuación:
Con motivo del 400 aniversario del hallazgo de la Virgen de Montsanto de Villarluengo, en agosto de 1922 se desplazó desde Madrid, hasta su villa natal al haber sido invitada a participar en los actos conmemorativos. Posteriormente dejó escritas sus impresiones de aquella estancia estival en el libro “En mi Patria chica. Recuerdo del IV centenario de la aparición de Nuestra Señora de Monte Santo en Villarluengo”. Pues bien, las primeras páginas (10,11 y 12) las dedicó a describir su llegada a la Venta de la Pintada y su trayecto por la carretera que se acababa de abrir hasta Villarluengo, unas líneas que transcribimos a continuación:
Quedóse a un lado el plan de ir a París, Ávila y
Santander por saludar estas queridas y santas montañas.
¡Madrid-Puebla de Híjar-Alcañiz-Alcorisa-Venta de la
Pintada-Ejulve-Masía de las Monjas-Molino de las
Herrerías-Fábricas-Villarluengo! Este itinerario es el tantos años recorrido
con toda serie de incomodidades, hasta que el auto sustituyó a la diligencia y
la tartana a la caballería después de terminada la carretera... hasta
Villarluengo, la cual ha de prolongarse por La Cañada de Benatanduz a
Cantavieja.
Con la consabida tartana nos esperaban ya como otras
veces, desde casa, cuando bajamos del auto en la famosa y mísera venta de la
Pintada, casa de labranza más que hospitalaria mansión en cuyas entradas y
calles se detienen los viajeros para reconfortarse con sus propias viandas, ya
que allí poco más que agua y techado puede encontrarse.
Eran las dos de la tarde cuando llegamos, y
prosiguiendo la marcha, aquella noche a las ocho o las nueve cenaríamos en
casa. Un airecillo serrano, puro y fresquito nos invitaba a la expedición.
Instaladas en la tartana, llegamos a Ejulve dispuestas
a seguir pacientemente sobre el lento rodar por los serpenteos de la estrecha
carretera. Unos piadosos amigos que indagaron sobre nuestro viaje el cual yo no
comuniqué más que a mi familia, descubrieron el incógnito, y... ¡oh sorpresa!
nos salieron al encuentro mandándonos un emisario a la entrada del pueblo desde
el campo donde hacían estudios sobre caminos vecinales y carreteras.
El mensajero cariñoso era un simpático y futuro
ingeniero joven, talentudo y estudioso, Alfonso Fernán, hijo de uno de los
amigos que nos brindó el cambio de la tartana por un magnífico automóvil para
evitarnos las molestias que nos faltaban todavía.
¿Quién duda de la elección? ¿Quién no acepta una
oferta que yo sabía era sincera?
Abandonamos la tartana de un salto, siguió ésta con
los equipajes y, como nos sobraba tiempo para ir a casa aquella tarde, puesto
que el auto llegaría con más rapidez, mientras terminaban nuestros piadosos
amigos los trabajos de estudio de aquel día, nos detuvimos en Ejulve; vino el
maestro a saludarnos, hablamos de aquellas escuelas y adquirí también noticias
sobre el interés que se tomaba por ellas y por todo el distrito su diputado D.
Carlos Castel.
Llegó la hora de utilizar el auto. Se incorporaron en
las afueras entre saludos y agasajos nuestros buenos amigos D. Maximino
Fernández y D. Vicente Raga, y se deslizó hora y pico amenamente hablando de
política y obras públicas, de las buenas gestiones del ingeniero D. José Torán,
como alcalde de Teruel, de D. Fernando Hué y D. Bartolomé Estevan, esperanzados
en estos ingenieros y en D. Carlos para la travesía de Villarluengo, y en
Sánchez Toca, como diputado a cuyo distrito corresponde lo restante, para que
en breve se subasten nuevamente los trozos que faltan de carretera hasta
enlazar con Cantavieja y poner en
comunicación este rincón aislado con el reino de Valencia.
Y me reconcilié con aquellos rudos trayectos que.
apareciendo con toda su variada hermosura, modeladas las rocas por los serpenteos
de la intrépida carretera, y recordando paisajes de Suiza, al atravesar las
fábricas y sus montañas. Llegamos a Villarluengo, que me parecía más pintoresco
y grato en su nuevo aspecto al poder abordarle con más facilidad, hacerle más
accesible.
La bocina, al apearnos, atrajo la concurrencia y
saludos a la puerta de casa.
A
lo largo de la narración, Melchora Herrero dejó constancia detallada de la
preparación y de las actividades que rodearon la fiesta del IV Centenario, de
la tradición sobre el hallazgo de la Virgen en 1522, de la fundación del
convento de Monte Santo y de la llegada de las monjas,… Se preocupó también
por plasmar diversos aspectos vividos durante aquellos meses de verano
en Villarluengo: pinceladas de la vida tradicional, los encuentros con las personas queridas y descripciones de los
paisajes que le recuerdan los años de su niñez. En alguno de los párrafos evidenció la esperanza en el desarrollo que podría aportar la nueva carretera que se estaba abriendo hacia Cantavieja:
De todo el paisaje sólo nos habla de actualidad
la nueva carretera, que aun ha de prolongarse por La Cañada a Cantavieja, buscando
enlace con el reino de Valencia. Ella es la única esperanza de transformación
que ofrece este rincón estático, de rara poesía por su rústica belleza (p. 88).
Al llegar la despedida, ya en el mes de septiembre, la autora
vuelve a describir algún detalle sobre su salida de Villarluengo hasta la
incorporación a la "civilización"una vez superado el trayecto que la
condujo hasta La Pintada (págs., 95,96 y 97):
Iba ya de veras
nuestra partida. Procuramos abreviar la despedida que bastante más allá de las afueras
del pueblo nos hicieron la familia y numerosos amigos,
y tras las
palabras de afecto sincero desaparecimos, agitando los pañuelos, dentro de la tartana,
mientras lentamente se deslizaba por las revueltas de la carretera. ¡Adiós, patria
amada, donde cada rincón, cada peña y hasta cada planta olorosa encierra un tierno
arrullo de la infancia; donde las rocas son retablos de altares en este templo de
mis mayores, cuyas cumbres forman ábsides, torreones en el alcázar, en la
fortaleza del sentimiento!
Guardamos
silencio bastante tiempo. Nuestro cuñado Enrique, que nos acompaña, nos hace más
confortable la tartana con buenas mantas de viaje, y continúa nuestro silencio.
El paisaje es lo que, con su variada belleza, nos distrae, y la llegada a la
fuente del bosque donde queríamos llenar el termo de aquel manantial tan
cristalino rompe nuestro mutismo.
La fábrica |
Y entre subidas
y bajadas por aquellas cumbres escabrosas salpicadas de pinos, de bojes,
romeros y encinas, llegamos al- término de Ejulve, cuyas lomas están
completamente embalsamadas del perfume que exhalan millares de espliegos, los
que una industria desconocida por aquellas gentes ofrecía el espectáculo de
unas calderas o alambiques para extraer la esencia que de las cargas de
espliego obtenían en el mismo campo, unos forasteros llegados poco ha sin explicar
el misterio de su empresa. Mujeres y niños, por mísero precio, arrancaban
flores de espliego como pudieran ir a segar y sin saber los secretos de aque lla
asaltadora industria.
Se hizo la
noche y pernoctamos en Ejulve en casa de un amigo de mi cuñado, Eusebio
Mormeneo, el que con su señora nos agasajó esmeradamente.
Y, ¿para qué
ser más extensa? Me parece que aquí da fin la intimidad, y que, al
incorporarnos en la Venta al auto, en Alcañiz al pequeño tren y en la Puebla al
correo de Madrid, nos confundimos ya en el gran torrente; somos como los arroyuelos
que bajan a las cañadas para unirse a los grandes ríos, como afluentes que se diluyen
en el avasallador caudal que afluye a la Corte, mar inmenso en donde se agita
la vida y donde se aquilatan en la lucha el mérito y las virtudes.
Melchora
Herrero Ayora, en la portada de este libro figura como “Profesora
de Término de la Escuela del Hogar y Profesional de la Mujer, Profesora especial
de la Escuela de Altos Estudios Mercantiles en la Sección Femenina de
Vulgarización. Autora de varias obras para las mujeres y los niños y periodista”.
La revista "Nuevo Mundo" (17/11/1933), recogía la noticia de su fallecimiento con una fotografía de la escritora a la que acompañaban las siguientes palabras: " Doña Melchora Herrero, escritora y pedagoga de relevantes méritos, colaboradora de las revistas de Prensa Gráfica, que ha fallecido en Madrid, donde su merte ha sido unánimemente sentida".
"En mi tierra chica" se puede descargar en http://www.bne.es/es/Inicio/
"En mi tierra chica" se puede descargar en http://www.bne.es/es/Inicio/
Ver: José Serafín ALDECOA CALVO, Turolenses contemporáneos. Gobierno
de Aragón, 2017.
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ResponderEliminarNo me parece el lugar adecuado para hacer propaganda financiera!
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