18 may 2020

SIGLO XX: luces y sombras en la Capellanía de san Pascual

Durante varias décadas parecía haberse normalizado la gestión de los bienes de la Capellanía, habiéndolos disfrutado a finales del siglo XIX el coadjutor Andrés Gómez, pasando posteriormente a ser administrados por el párroco de la localidad quien tenía que rendir cuentas sobre los ingresos y gastos, ya fuese por el arreglo de las fincas o de la propia ermita. Así estuvieron las cosas hasta que la guerra del 36 vino a trastocar la vida de tantas familias ejulvinas que, por razones muy diversas entre las que hubo rivalidades ideológicas, enfrentamientos personales y rencillas que venían de antiguo. Muchas fueron las víctimas que pagaron un alto precio al desbaratarse las garantías jurídicas de la constitución republicana y más tarde vino la persecución y la venganza sobre los perdedores. Un desastre colectivo sin paliativos, que se ha venido arrastrando durante largas décadas.

Foto: Francesc Saló
Pero en lo tocante a San Pascual, más concretamente a su ermita, los efectos de la guerra la volvieron a hacer muy presente entre los ejulvinos. Los bombardeos que la aviación fascista italiana realizó sobre Ejulve en marzo del 1938, produjeron varias víctimas mortales y unos cuantos edificios se vieron afectados. El templo parroquial estaba destinado a otros usos, como demuestra el hueco tapiado en su fachada por donde accedían los camiones al inerior, y una bomba destruyó el tejado al hundirse las bóvedas de la nave central, como puede verse en la fotografía que acompaña estas líneas y que fue realizada por un militar republicano, Francesc Saló, que por aquel tiempo estuvo destinado en nuestra villa y tomó diversas instantáneas.

El frente de Aragón se rompió y, en el avance de las tropas golpistas hacia el Mediterráneo, el día 26 de abril entraron en nuestro pueblo, tras haberse retirado hacia Villarluengo las tropas republicanas. Con la llegada de los “nacionales” llegó la hora de la venganza contra los perdedores, de demostrar quién y cómo se estaba ganando la guerra, … Se recuperó el culto religioso con todo el boato ideológico de los vencedores y, como el templo parroquial no estaba operativo ni se disponía de los medios para repararlo de inmediato, se decidió adecuar la ermita de San Pascual acudiendo al repaso de las goteras, de algún que otro desperfecto y el repintado del interior para adecentarlo y recuperar el colorido original.

Familia Calvo Terrado (años 30)
Y es aquí donde se entrecruza la propia historia familiar con la de San Pascual. Mis abuelos paternos, Joaquín Calvo y Manuela Terrado vivían en la calle Horno Viejo con sus cinco hijos pero, al final de la contienda bélica, mi abuelo se encontraba solo: mi abuela había fallecido de muerte natural durante la guerra, mi tío Pedro Joaquín estaba en la cárcel, mi tío Manuel también, siendo fusilado en agosto de 1941, y los hermanos menores, Domingo (mi padre) y Pablo, cumplían, lejos de casa, un servicio militar “reeducador” después de haber participado en la guerra al haber sido llamados a filas por el ejército de la República. 

Juan Garzón y familia en san Pascual.1962
Esta situación motivó que mi tía Dolores, que había estado en Barcelona trabajando en el servicio doméstico, volviese a Ejulve para estar con mi abuelo. Le acompañó su joven marido, Juan Garzón, un granadino de Gójar que en la Ciudad Condal trabajaba como un habilidoso pintor de brocha gorda. En Ejulve residieron un par de años y se le encargó, durante unos meses, el pintado de las cornisas y estucos floreados del interior de San Pascual. En casa, más de una vez he oído decir cómo muchas personas les llevaban huevos a mí tío, para utilizarlos en la elaboración tradicional de la pintura al temple que utilizaba. Así que, mientras una parte de la familia era represaliada por su oposición al “Movimiento”, otra parte trabajaba adecentando la ermita de San Pascual, siguiendo los mandatos del naciente Estado nacional-católico. Paradojas de la vida.

A principios de la década de los 50 empezó la rehabilitación de Santa María la Mayor. Muchos ejulvinos fueron a trabajar “a zofra” para limpiar lo derruido y levantar un renovado tejado sobre una nueva estructura de madera que fue visible hasta que se reconstruyeron las bóvedas en tiempos más recientes. Así, en 1954 se trasladaron definitivamente las celebraciones religiosas al templo parroquial como quedó recogido en las “Relaciones” de San Antón del año siguiente:

La construcción de la Iglesia
ha sido una realidad
porque ha intercedido
nuestro San Antonio Abad.
Nosotros se lo pedimos
y no se pudo negar.
(…)
De Ejulve están descontentos
en la corte celestial
porque con la iglesia nueva
dejan solo a san Pascual
y nos vamos a oír misa
al gran templo parroquial

A partir de entonces se volvió a la situación anterior. Se rezaba la novena, se cantaban sus populares gozos exaltando las virtudes del Santo y se celebraba misa el día de san Pascual.  Tengo, de aquellos días, algunos lejanos recuerdos infantiles en la plaza de la ermita con juegos como el del “zurón” que acompañábamos con la cancioncilla: El zurón está en mis manos/ en mis manos está el zurón/ ¿Quién dirá “chinchin?/ ¿Quién dirá chinchón? / de mi corazón/ zurón, zurón y zurón (¿dónde está el zurón?.

Pero otra vez la evolución de la sociedad vino a ponerse en contra y fue mucho lo que se perdió en aquellos años. Numerosas familias emprendimos el camino de la emigración, el pueblo se fue despoblando, se fueron perdiendo usos y costumbres y la ermita, año tras año, se iba deteriorando. En la década de los 90 se arregló el tejado que amenazaba ruina, pero el interior mostraba un aspecto preocupante. Nada o muy poco se ha hecho en los últimos veinticinco años y ahora, cuando vemos las imágenes del nuevo pavimento, pagado con dinero público, de alguna forma nos reconciliamos con tan continuado abandono y por haber convertido al Santo Patrón en un pobre de solemnidad. Hace unos pocos años, cuando aún creíamos que era “el mayor propietario del pueblo” le vendieron todas las fincas que poseía desde su fundación y queremos pensar que quien estaba capacitado para venderlas lo hizo por motivos necesarios e imprescindibles y que presentó cumplidas cuentas de ello, como estaba obligado. No me cabe ninguna duda.

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