6 dic 2017

ENRIQUE BRUMÓS de SAN BERNARDO (1744-1815): escolapio ilustre.

Escuela Pía de Daroca
Este escolapio nació en Ejulve el 16 de abril de 1744, vistió el hábito el 18 de noviembre de 1760, un año más tarde ingresó en el Instituto de las Escuelas Pías haciendo su noviciado en Peralta de la Sal y profesando el 18 de febrero de 1762. Estudió con gran dedicación y talento Humanidades y Teología en el colegio de las Escuelas Pías de Daroca. En la época fue conocido como Enrique Brumós de San Bernardo.

Como profesor enseñó Gramática Latina, Retórica y Poética, destacando por su capacidad para enseñar sus profundos conocimientos a sus alumnos. La Provincia de Cataluña deseando unificar los estudios de los neo-profesos catalanes pidió a la Provincia de Aragón un sacerdote para enseñar Filosofía y Teología, para lo que fue elegido el P. Brumós quien correspondió con creces a la confianza en él depositada, impartiendo durante dos años Filosofía y dos más de Teología en el colegio de la ciudad de Mataró. De vuelta a Aragón, su labor pedagógica continuó como profesor de Filosofía en Daroca (1779-1782) y de Teología en el colegio de Zaragoza (1782-1785).
Escuela Pía de Zaragoza

El padre Enrique Brumós destacó como predicador junto a otros ilustres escolapios aragoneses de aquel final de siglo. En 1784 inauguró la Octava de sermones de la Novena del Pilar en la
Basílica de la capital aragonesa. Sabemos también que vino a predicar a Ejulve en los años 1797 y 1798 durante los actos religiosos de la Cuaresma.

Escribió varias obras sobre Filosofía y Teología, donde plasmó su vasta cultura y sabiduría. Ejercicios de letras humanas con una oración de Geographia, Zaragoza 1774; Francisci Jacquerii Institutiones philosophicae, Valencia, 1782; De Religione ex universa theologia at que ex ecclesiastica historia propositiones ad menten divi Thomae Aq., Zaragoza, 1785.

Varios colegios estuvieron bajo el rectorado de este insigne escolapio: el de Valencia (1786-1787), el de Daroca (1789-1794), el de Barbastro (1801-1804) y el de Alcañiz (1807-1814).

Durante el rectorado en la capital bajoaragonesa le tocó vivir los sucesos de la guerra de la Independencia contra los invasores franceses. Luchó por mantener y salvaguardar el colegio durante los asedios y dominación de las tropas napoleónicas, consiguiendo salvar numerosos objetos de valor y el archivo aún a riesgo de poner en peligro su seguridad personal. Logró, con tesón, reunir a los religiosos y poner en funcionamiento el colegio alcañizano venciendo grandes dificultades a pesar de su edad avanzada. Tras el conflicto fue relevado en su rectorado y murió el 5 de abril de 1815 cuando contaba setenta y dos años de edad.

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